Impulso para la Nueva Agenda Urbana (con perspectiva de género)
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- Categoría de nivel principal o raíz: Institucional
- Publicado el Jueves, 21 Septiembre 2017 17:57
ONU-Habitat convocó a un Panel de Alto Nivel, con expertos de todo el mundo, para debatir las estrategias de urbanización en el mundo. Disertó Ana Falú, directora de Ciscsa, organización argentina integrante de la Articulación Feminista Marcosur.
“Tenemos que pensar en grande, junto a todas las agencias de Naciones Unidas (ONU); tenemos que pensar en un gran programa para implementar, algo fuerte, contundente, comprometido, que implique mejorar la vida de las mujeres para ponerlas en el centro de la agenda urbana”, manifestó Falú ante un grupo de expertos, expertas y representantes de Naciones Unidas.
La directora de Ciscsa fue una de las disertantes del Panel de Alto Nivel, que reflexionó ante la Asamblea General de la ONU durante los días 5 y 6 de septiembre en Nueva York, Estados Unidos.
El Panel fue conformado para darle un nuevo impulso a la implementación de la Nueva Agenda Urbana (NAU), pactada por los países del mundo en octubre de 2016 durante la reunión Habitat III. Este gran acuerdo establece un nuevo estándar mundial para la planificación y gestión de las ciudades, con el fin de lograr un desarrollo urbano sostenible.
Uno de los objetivos del Panel fue intercambiar experiencias de buenas prácticas y casos de éxito relacionados con la implementación de la NAU. La intervención de Falú estuvo centrada en mostrar la “necesidad de escuchar a las mujeres, de realmente incluirlas en el centro de la Nueva Agenda Urbana, no sólo desde la retórica sino también desde la práctica”.
Más información sobre el panel.
Video completo del panel (Falú desde 2:00:08 en idioma original).
Disertación completa de Ana Falú
Mi mensaje central es sobre la necesidad de escuchar a las mujeres, de realmente incluirlas en el centro de la Nueva Agenda Urbana y de la Agenda 2030, no sólo en la retórica sino en las prácticas. Por eso, si hay un dólar para invertir en las ciudades, para mejorar las condiciones territoriales, al menos un tercio debe ser invertido en las mujeres.
Invertir en las mujeres es garantizar el desarrollo. Son las más pobres, contribuyen a la construcción de viviendas, ciudades, a los equipamientos urbanos desde siempre; son las más resilientes frente a los desastres naturales, y quienes más resisten y cuidan las vidas en los territorios de conflictos armados, de éxodo de refugiados, de migrantes, en Siria, Ruanda o Colombia. Las mujeres son confiables. Lo sorprendente es que a pesar de esta tremenda evidencia, son sujetos omitidos, subvalorados, subestimados y las que más aportan con su tiempo.
Al mismo tiempo, es decisivo reconocer que el importante trabajo conjunto que venimos haciendo las mujeres, la historia de nuestra lucha, la que nos permitió el reconocimiento de ONU Habitat, ONU Mujeres, de las agencias del Sistema de Naciones Unidas, de los gobiernos locales del mundo es el reconocimiento al liderazgo de las mujeres, a nuestras luchas colectivas, a lo acumulado, a lo construido, a lo transferido. Nos interesa que se potencien en el espacio local porque es allí donde las mujeres pueden alcanzar reconocimiento, no sólo para aportar al desarrollo de los proyectos para mitigar la pobreza, sino para ser tomadoras de decisiones, para continuar aportando al futuro urbano aún con mayor reconocimiento.
Si algo nos preocupa de la Nueva Agenda Urbana es que sea una suma de ilusiones y deseos sobre el futuro de las ciudades, y que no asuma ni el presente ni el pasado.
Necesitamos avanzar con los contenidos de la NUA y con ese marco ambicioso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, pero para que sean una buena práctica es necesario incluir a las mujeres. Ya sea por acción u omisión, la planificación reproduce las desigualdades o la falta de las mismas. La inclusión social es inherente a la inclusión de género, pero no sólo queremos hablar de las mujeres. Estamos convencidas que hablar de las mujeres remite a otros sujetos omitidos: a los pueblos originarios, a la población LGBTI, a los inmigrantes, a los refugiados, a los adultos mayores, a las etnias, a las razas; todas categorías integradas también a las mujeres y a las niñas.
Hablar de mejores prácticas, de las prácticas promisorias, implica convocar a todos, a todo el Sistema de Naciones Unidas desde ONU Hábitat, a todos los socios, como ONU Mujeres, que es un socio comprometido de AGGI (Advisory Group on Gender Issues) en UN Habitat, a los gobiernos locales, porque ya hemos aprendido que lo global se expresa en cada territorio local.
Tenemos que pensar en grande junto a todas las agencias de Naciones Unidas, tenemos que pensar en un gran programa para implementar, algo fuerte, contundente, comprometido, que brinde resultados de aprendizaje con los gobiernos del mundo, para los distintos stakeholders (actores relevantes), para los diferentes socios, que implique mejorar la vida de las mujeres para ponerlas en el centro de la agenda urbana.
¿Mil ciudades en un programa para los próximos 10 años? No es nada. Necesitamos tener mil ciudades coordinadas en donde podamos transferir experiencias, capacidades, contenidos. Tenemos la capacidad para hacerlo, pero esto supone cambiar el paradigma de cómo aproximarnos a los temas de la igualdad de género, de cómo accionar.
Hemos sido pioneras en el mundo con el programa de Ciudades Seguras para las mujeres, las redes, las mujeres expertas, las mujeres grasroots / de base organizadas, los gobiernos locales comprometidos. Tenemos resultados. Y hemos logrado colocar en el centro de la agenda el tema de las violencias hacia las mujeres. Ese programa es una buena práctica: nos permitió avanzar en la comprensión para todos y todas que es necesario poner fin a la violencia de género. Posibilitó que se comprenda que el primer territorio de las mujeres es nuestro cuerpo, y que si no decidimos sobre este territorio nuestro no podremos apropiarnos de decidir sobre nuestras casas, nuestros barrios, nuestras ciudades, nuestras áreas metropolitanas.
Los avances o, infelizmente, los cuerpos avasallados y criminalizados que adquieren voz política, como las mujeres en Ciudad Juárez de México, nos permitieron conocer de esta criminalidad en tantas ciudades del mundo. Nos permitieron atender la violencia urbana desde las experiencias subjetivas y objetivas de las mujeres, de estas mujeres violentadas, incluso asesinadas, que sufren acoso sexual que las llena de temores, que las limita en sus libertades para usar y disfrutar las ciudades, para trabajar, para estudiar, para hacer vida política o simplemente recrearse.
Es abrumadora la evidencia de las dobles y triples jornadas de las mujeres y buenas prácticas son los estudios del uso del tiempo, que muchos países de nuestra región de América Latina han aplicado. Nos permiten visibilizar cuánto aportan las mujeres en el desarrollo con el cuidado de la infancia, de los adultos mayores, en los barrios, en los servicios. ¿Quién cuida en las ciudades? Es una buena pregunta y sobre esta hay que aplicar recursos porque somos las mujeres las cuidadoras de la humanidad. Este aporte se ha naturalizado y no es valorado. Ese aporte del trabajo no remunerado de las mujeres está siendo medido y constituye alrededor del 20 y el 30 por ciento del Producto Bruto Interno de las ciudades.
Hay muy buenas prácticas. Buenas prácticas que refieren a la acumulación de conocimiento y a la generación de temas innovativos de la agenda de los derechos de las mujeres. Pero necesitamos más estadísticas desarrolladas por sexo, por territorios, por etnias, por raza. Necesitamos saber quiénes son las mujeres y dónde están.
Para cerrar, quiero decir que Amina Mohammed, nuestra Vicesecrataria General de Naciones Unidas, habló de los desafíos y nos dijo que en 2050 tendríamos por lo menos seis mil millones de personas viviendo en ciudades: sepan que al menos 50% serán mujeres y niñas. Necesitamos consolidar e incorporar el derecho de las mujeres a las ciudades, entendido como una categoría teórica y política, y ese derecho a la ciudad de las mujeres significa un conjunto integral de derechos. Las mujeres hemos sido siempre activas participantes en la construcción de las ciudades, con una incansable capacidad de transgredir y de hacer, con una incansable capacidad propositiva y emancipadora.
Señoras y señores, invertir en las mujeres es invertir en el desarrollo. Son las mujeres las confiables socias para este gran desafío. Como dijo Rosario Robles, la ministra de México, que nadie quede atrás y que nadie quede afuera.